En uno de mis viajes “docentes” por mi país, tuve ocasión de visitar en la ciudad de Rafaela, Santa Fe, una galería de arte llamada Ahrus. Allí se exhibían las obras del plástico rafaelino Alberto Delmonte, inaugurada el 20 de Agosto de este año. Además de disfrutar “en vivo” de estas obras, me obsequiaron un catálogo impecable, con reproducciones fotográficas de las mismas. Hojeando un libro sobre su obra a disposición del público visitante, y las páginas del citado catálogo, me encontré con una cita del autor, extractada de una entrevista realizada en 1998 por Rafael Pascual Robles: “América, aunque pletórica de defectos, me transmite la impresión de ser algo con fuerza virginal, en donde todo está por hacerse, en donde laten ganas de crecer, de cambiar la realidad, como si transitásemos desde la adolescencia hacia la madurez”.
Allí se me cruzó por la mente otra serie de citas y escritos, en los cuales se hablaba también de una América dormida que jamás supo despertar. Y es allí donde uno no está demasiado seguro de cuándo soñar es la clave para proyectar un futuro posible, y cuándo el sueño es el letargo que se prolonga indefinidamente, en ese espejo de color que inunda el imaginario social, haciendo pensar en realidades que no son. Algunos espejos, como “globalización” o “revolución productiva” se rompierom por suerte. Los años de pésima suerte no vienen por romper estos engaños, sino por prolongar este efecto anestésico, el modelo que sumerge y no permite abrir los ojos. Esta imagen de una américa “pletórica de defectos”, y la fuerza de cambiar las cosas, hace pensar en nuestro propio país.
Demasiada anestesia mata, lo sabemos. Despertar a un sonámbulo es peligroso. También lo sabemos. ¿Cuál es el justo intermedio? Despertar con conciencia de que lo estamos haciendo. Asumir nuestro despertar. Asumir, también, que necesitamos tiempo para darnos cuenta, para incorporar el aprendizaje, para entender que las vivencias afectan y enriquecen el camino a construir. No existen fórmulas mágicas, ni inmediatas, ni instantáneas.
El sentido crítico y las ganas de cambiar las cosas, en plena crisis, es un capital que no todos tienen. Eso es mover los ojos cuando los párpados aún están caídos. Es una señal de que estamos vivos.
Sergio Armand